Ramón acababa de empezar a trabajar en el departamento. Ya tenía experiencia para saber lo que era entrar en un grupo cerrado, pero ninguno de nosotros está preparado para escuchar las bromas del grupo cuando el grupo cree que no le oyes.
Los chats en grupo son peligrosos. Cada mensaje hace que se levante la ventanita. Ramón esperaba sentadito en una sillita, a que le atendieran. Todavía, después de una semana, no tenía trabajo, era una especie de aprendiz, como un perrillo espera su comida, él esperaba que le diesen unas migajas de trabajo, pegadito a la mesa de su jefe. El Skype de su maestro empezó a levantarse, comentarios, sin mucha malicia, pero con gracia y dolientes para el "chico nuevo". Los de las chicas del grupo los peores. Dejó de ser un perrillo fiel, para convertirse en un perro callejero lleno de odio y rabia.
Al cabo de los años, supimos que le había dolido, pero era Ramón y se había repuesto, ahora es él el que se ríe de los nuevos.
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