Me encontraba en catequesis en la parroquia de San Basilio. Yo todavía no lo sabía pero era una parroquia un poco roja. No por los párrocos, que no lo se, pero si por los catequistas jóvenes que allí ejercían su catecúmenado.
Tenía 8 años y para nosotros ir a catequesis , más que una elección, era una costumbre obligatoria.
En clase eramos unos 10 niños, entre ellos Gonzalo, Ángel y el hermano del catequsita. El catequista se llamaba Antonio y rondaría los 24 años.
De repente entró el cura y nos dijo:
- ¡Meteros debajo de la mesa!, no hagáis nada de ruido y cuando yo os avise salir a toda prisa, y sin mirar atrás corred, y no paréis hasta llegar a vuestra casa.
No nos pareció ningún juego, y cuando volvió a entrar nos gritó:
-¡Fuera!, ¡a casa corriendo!
Yo salí corriendo, a pesar de lo que nos pidió el cura, miré un par de veces para atrás, no sabía muy bien que me podía encontrar, pero me daba miedo. Cuando llegué a casa, sofocado, no me enteré muy bien, pero no recuerdo nerviosismo.
Más tarde en mi comunión, en Junio, ya jugábamos a "golpe de Estado", unos se pedían Tejero, otros Suárez, otros Gutiérrez Mellado, seguíamos siendo niños.
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