Ya estamos acostumbrándonos a celebrar el Jalogüin, allí van nuestros niños disfrazados de dráculas, zombis, brujitas, etc.
En un pueblo de Castilla hay varias celebraciones, para niños menores de 7 años, para mayores, en el cole, en el ayuntamiento, etc.
En la de ayer, en el auditorio, había un montón de niños, de todas las culturas, estratos, procedencia y razas del pueblo: los del pueblo de siempre, los que hemos ido a vivir allí hace poco, los musulmanes, los sudamericanos, los que van solamente los fines de semana al "chalet" de los abuelos, en fin, todos.
Pero lo que me terminó llamando la atención fue un chaval musulmán, comiendo, como todos, con un ansia como si no hubiese probado bocado en tres días, como todos, un tanque de ¡¡cortezas de cerdo!!, creyendo que erán unos simples gusanitos o patatas fritas. Seguro que su madre que andaba por allí, no sabía que estaba incumpliendo uno de los mandatos más famosos de su religión.
Que le aproveche.
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