El nuevo cliente venía a ver las instalaciones. Y aunque la empresa es grande y no depende de nuevos proyectos para subsistir, estos clientes eran, o así se percibían, la manera de asegurar el futuro de todos nosotros. Gracias a ellos se dejaría de hablar de crisis y de despidos.
Era, este nuevo cliente, el típico grupo de empresas orientales con mucho capital y que se guiaban por las sensaciones que obtenían al visitar a sus proveedores. Por tanto habíamos recibido un bando, por el cual se nos requería para que ese día, un lunes, trajésemos nuestras mejores galas, sin salirnos de nuestro estilo, pero las mejores galas.
Rebeca no leía esos correos, pero por casualidad, ese día vino acorde con el resto de empleados, de una manera correcta. El problema es que había estado de fiesta la noche anterior y la fatalidad se alió con la inconsciencia. "La rebe" se debía haber quedado en casa y los orientales haber llegado en otro momento: Cuando se abrió la puerta del ascensor, encontraron a Rebeca, dejando en el suelo todo lo que había comido y bebido el día anterior.
Se hizo el silencio, los orientales no salieron del ascensor, y cuando lo hicieron ya estaban otra vez en la planta baja. Salieron por la puerta y no volvieron.
Solamente ellos y Rebeca supieron lo sucedido. Hasta que la semana pasada, cuando nos dieron el finiquito, ella, entre llantos, se confesó culpable de nuestra situación.
687 - La cascada de "entonces..."
Hace 1 semana