28 meses después de haber perdido el trabajo, sonó el despertador, ya estaba despierto. Era su primer día en la empresa, y comenzó a recordar todas las visicitudes.
El día que le despidieron, fue todo muy rápido, no le dejaron sentarse en su sitio, directamente le mandaron a hablar con los recursos humanos, ese poder paralelo en las grandes empresas de hoy. De allí a la calle sin despedirse de sus compañeros, ex-compañeros. Estos le miraban desde la cristalera. Se les veía apurados por el compañero, ex-compañero, contentos por no haber sido ellos y asustados por saber que pronto les tocaría.
Desde entonces todo sufrimiento. Lo peor era no saber si volvería a trabajar algún día, si volvería a recibir una nomina por el trabajo hecho. Se sentía un ciudadano de segunda. Ellos le hacían sentir que la prestación que era un regalo de la sociedad caritativa y le resultaba muy fácil olvidar que ese dinero lo había aportado él a las arcas del estado con su esfuerzo a lo largos de los años.
Luego dejó de cobrarlo, un peldaño mas abajo, ciudadano de tercera.
Le ofrecían algún curso. Sentía que las nuevas tecnologías no eran su fuerte, no era verdad, era el profesor el que no sabía ni nuevas tecnologías ni enseñar ni animar. Tenía ventipocos y no había pasado ni por las aulas para aprender lo que enseñaba, ni por el paro, para conocer a quien tenía delante.
Pero ahora volvía a empezar, que ilusión, un trabajo, un sueldo, unas responsabilidades, compañeros, problemas que resolver, el almuerzo de descanso, se sentía bien cuando se sentó en la sillita que tenía la garita, era guarda de seguridad de un aparcamiento. Ciudadano de primera.
687 - La cascada de "entonces..."
Hace 1 semana
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