Cuando dijeron que se iban, nos dio un sincope.
Mi hija se iba de misiones con un barbudo. Se iban en unos días, no nos daba tiempo a convencerles de su equivocación. Había que hacer algo. Llamamos a sus amigos, pero estaban todos locos, a todos les parecía bien.
La única opción era raptarlos, atarlos a un árbol y esperar a que se les pasase esa fiebre.
Irse a Arequipa, ¿estaban locos? ¿que se les había perdido allí?
Lo que me daba miedo era no ver a mi niña. Lo que me daba envidia era su valor.
Al cabo de los años lo entendí. Nosotros habíamos pasado una vida anodina, ellos una VIDA con mayúsculas.
687 - La cascada de "entonces..."
Hace 1 semana