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Tropiezo en el Distrito C

Solamente hacía 28 días que se habían trasladado a las nuevas oficinas, pero ya andaba por aquellos vericuetos como por el pasillo de su casa. Ese fue el problema.

Iba hablando por el móvil cuando tropezó. En el aire ya sabía donde se iba a detener. No hubo ruido de caída, un gritito, que hizo girarse a los tres encorbatados que se acababa de cruzar. La vergüenza de estar totalmente empapada no fue lo que pero la hizo sentirse.

Tropiezo en el Distrito C

Había caído en un pequeño estanque de medio metro de profundidad. No se había hecho ningún daño. Lo peor era el portátil. Ni siquiera el portátil, lo peor era el disco , ni siquiera el disco, lo peor era que un pequeño fichero que se alojaba en él y solamente en él.

Mucha gente en el comedor hablaba del tema. "Ya lo dije yo ...", "Alguien tenía que ser el primero", "Eso está muy mal desde el primer día" y lindezas del estilo. Pero nadie la reconocía. Escucho a alguien que explicaba: "... eso lo que hay que hacer es dejarlo en arroz, esperar unos cuatro días y no encenderlo hasta entonces...".

Menos mal, que lo oyó, porque estaba a punto de encenderlo. Se fue a su casa, llenó una fuente de arroz e introdujo el ordenador dentro. Llamó a su compañera y le dijo que estaba enferma y que no la esperasen hasta el lunes.

Que podía hacer si al encenderlo escuchaba aquel chisporroteo que, según había entendido, se produciría. Que podía hacer si no recuperaba aquel fichero, su trabajo de dos meses, su camino hacia el ascenso, la ilusión de su vida. No podría aguantarlo.

Cuando, por momentos, tenía la sensación de que no lo recuperaría, sentía vértigo, sentía su carrera truncada, sentía cierta libertad, la libertad del que nada tiene que perder, porque ya lo habría perdido todo.

El domingo por la tarde estuvo a punto de sacarlo y probar, pero pensó que sería mejor esperar a la mañana siguiente. Esta llego más rápido de lo que pensaba, estaba agotada y había dormido de un tirón.

Sacó el trasto, quitó el polvo que lo protegía y lo abrió. No sonó nada distinto. Cuando vio los campos verdes del escritorio de Windows, sintió alivio, sintió también la presión de los dos últimos meses agobiantes de trabajo. Buscó el fichero, no sintió lo que creía que iba a sentir, no sintió felicidad, se sintió atada al fichero y al trabajo. Hizo click en él y pulso dos teclas:
Mayúsculas + Sup.

1 comentario:

Emilio dijo...

Me ha gustado el relato este "basado en un chapuzón real".
Que fuerte...